LA CHICA DEL PUENTE

    Soledad era una inocente y angelical chica que vivía con su mamá y su padrastro; sin embargo, era constantemente víctima de este, recibiendo todo tipo de acosos inimaginables, pero callando siempre de tal forma a no preocupar a su madre, sufriendo en silencio y convirtiendo su vida en un verdadero infierno.


    Hasta que una mañana, María, la madre de Soledad, vio a su pareja y a la muchacha en una situación comprometedora, lo cual despertó una gran rabia en la señora. Cuando Soledad estaba en el colegio, María le reclamó a su pareja por lo que había visto. Solo que este lo negó todo, indicando que su hija era quien lo acosaba y que él era tan solo una pobre víctima. María creyó cada palabra dicha por el hombre, sintiendo, en ese momento, una furia nunca antes vista hacia Soledad. Al llegar la noche, luego de haberlo pensado miles de veces, María invitó a su hija a dar un paseo, con la excusa de que hace mucho tiempo ya no lo hacían. Soledad aceptó la invitación sin problema, sin imaginarse todo lo que pudiera estar pasando por la mente de su madre. De esta forma, María llevó a Soledad a un puente que quedaba cerca del lugar donde vivían y, cuando se cercioró de que ya no hubiese nadie por la calle, decidió reclamarle todo. Soledad se defendió diciendo exactamente lo que había pasado e indicándole, además, la razón por la cual calló todo ese tiempo. Pero la furiosa madre no le creyó nada, pese a que, de rodillas y con lágrimas en los ojos, su hija intentaba calmarla. En un determinado momento, María perdió totalmente el control y, luego de varios golpes, finalmente tiró a Soledad desde lo alto del puente, acabando así con su vida, pero arrepintiéndose al instante por lo que había hecho. Sin embargo, decidió correr, en vez de tratar de ayudar a su pobre hija.


    Debajo del puente corría un pequeño arroyito que prácticamente ya se había secado, lo único que podía encontrarse era todo tipo de basura. Sin embargo, Soledad no moriría al instante, pero la falta de ayuda hizo que lentamente lo fuera haciendo, mientras las ratas y los gusanos comían su cuerpo. María corrió desesperadamente hasta su casa e informó de lo sucedido a su pareja, indicándole que todo lo había hecho por su amor. A la noche siguiente, un humilde señor que recolectaba entre las basuras objetos que pudieran servirle, encontró el cuerpo sin vida de Soledad. El señor casi murió del susto, pero pese a la lluvia torrencial, entre truenos y relámpagos, decidió darle una santa sepultura a la pobre joven, enterrándola en el mismo lugar donde la encontró, dejándole así una cruz que tenía en su bolsa, dándole, de alguna manera, el descanso eterno. Solo que, esa misma noche, un borracho que pasaba por el lugar, casualmente vio la cruz a la distancia y, al llamarle poderosamente la atención, se dirigió hacia ella y, en medio de carcajadas, la pateó con fuerza, quitándola finalmente de su sitio.


    Días después, luego de todo lo ocurrido, María y su pareja decidieron que lo mejor era abandonar la ciudad. Nadie había notado la desaparición de Soledad. Si preguntaban por ella, solo decían que estaba con un familiar; razón por la cual era el momento exacto de marcharse. De este modo, todo estaba planificado, al llegar la noche iban a largarse de la casa sin dejar rastros. Llegado el momento, pese a que María creía que el cuerpo de Soledad ya estaría todo descompuesto y que ya ni se notaría entre tanta basura, decidió finalmente pasar otra vez por el puente en el que había visto por última vez a su única hija, producto de todo el remordimiento que tenía en su conciencia y como una especie de despedida final. Y cuando parecía que ya no tenían nada que hacer en ese lugar y que ya era el momento de marcharse sin mirar atrás, el hombre vio venir a lo lejos a Soledad. Inmediatamente, tartamudeando le dijo a María que su hija estaba enfrente de ambos. María casi se desmayó al ver a la muchacha, como si estuviera viendo un fantasma. El único problema era que, en este caso, sí estaba viendo uno.


    Soledad estaba vestida exactamente igual como cuando su madre la había visto por última vez, incluso estaba igual de hermosa, solo que con el rostro un poco más blanco de lo normal. La madre desconcertada, también tartamudeando, le dijo que estaba feliz de que estuviera viva. Soledad, con una voz dulce y angelical, le contestó que ella ya murió, que ya no pertenecía a este mundo, y que les perdonaba por todo el daño que le ocasionaron. El padrastro, por su parte, muerto del miedo, le pidió perdón de rodillas, reconociendo así todo el mal que le hizo. En ese momento, María se dio cuenta del grave error que cometió y del mal hombre que tenía como pareja, aunque ya era muy tarde para lamentos. Mientras tanto, Soledad seguía diciéndoles que no tenía nada que perdonarles, que lo único que quería saber era dónde estaba la cruz que le habían quitado y nada más. Su madre y su padrastro le respondieron que no tenían ninguna cruz. Esta vez, con un tono ya más violento, Soledad les volvió a hacer la misma pregunta; a lo que ambos seguían contestando que no sabían nada de lo que estaba hablando. Esto desataría la furia infernal de Soledad, cambiando completamente su imagen, convirtiendo su hermoso rostro en lo que realmente ya era: un cadáver ya casi totalmente putrefacto. Al instante, los atacó salvajemente, acabando así con su padrastro y su propia madre sin ningún tipo de contemplación, haciéndoles pagar también, de alguna manera u otra, por todos sus pecados.


    Con el paso del tiempo, Soledad sigue apareciéndose en el puente o debajo de él, entre las diez de la noche y las tres de la mañana, por ser el tiempo en el que estuvo luchando por su vida hasta morir, y a todo aquel con el que se encuentra, se le aparece como una hermosa mujer preguntando por una extraña cruz, para luego transformarse en el ser maldito en el que se convirtió, devorando a todo aquel que no sepa dónde esté la misteriosa cruz que tanto necesita, para poder así, de una vez y por todas, dejar de ser un alma en pena que vaga por las noches y, finalmente, descansar en paz.




Autor: Diego Zárate 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La llorona

EL JACUZZI